jueves, 14 de julio de 2011

La Izquierda analiza su fracaso en las elecciones de Buenos Aires

Las elecciones del pasado 10 de julio en la ciudad de Buenos
Aires arrojaron un resultado político inconfundible: el rechazo que el
gobierno nacional se ha ganado en la ciudad puerto fue capitalizado en
forma exclusiva por la derecha macrista, cuyo candidato sumó a los votos
propios provenientes de la clase media acomodada, los de todos aquellos
que decidieron expresar su oposición al kirchnerismo a través de una
candidatura mayoritaria. Tomando como referencia el padrón, que es lo
que políticamente interesa, el PRO obtuvo el apoyo del 33% de los
electores, el Frente de la Victoria del 20% y Proyecto Sur del 9%,
contra una abstención de 29%, porcentaje que sumado al de los votos en
blanco, nulos e impugnados redondea el 31%.

Respecto de esta inclinación general proMacri,
resultaron sintomáticas las declaraciones de Alfonsín, llamando a votar
por el jefe de gobierno en la segunda vuelta: "Si fuera porteño votaría
en la opción –a pesar de nuestras claras diferencias con el PRO– a
favor de la autonomía de la Ciudad y contra las pretensiones hegemónicas
del gobierno nacional". El personaje es el típico oportunista lanzado a
la caza de votos, vengan de donde vengan, según ya lo había puesto en
claro al cerrar su negocio electoral con De Narváez. Poco tiempo atrás
Macri era el límite para su sistema de alianzas, ahora está claro que no
existe límite alguno para un partido momificado, cuyos dirigentes
repiten monótonamente todos los lugares comunes del discurso
progresista.

Sin embargo no solo Alfonsín encuentra atractivo a Macri. La señora
Carrió, más medida no anticipó su decisión, pero de inmediato descargó
una de sus frases memorables: "los votos son de las personas y damos
libertad de conciencia". Después de esta generosa concesión a su
electorado (2,3% sobre el padrón) fue al asunto que le realmente
interesa: "Yo, personalmente jamás daría mi voto al gobierno nacional".


Si bien es cierto que el kirchnerismo ha logrado reunir en su contra a
partidos que expresan una típica reacción conservadora, en el fondo la
victoria de Macri se explica por la ausencia de una fuerza
nacional-popular en condiciones de construir un campo antagónico al del
círculo social de los grandes negocios que controla el gobierno de la
ciudad. Este vacío, que no puede ser llenado por un kirchnerismo
constreñido en los límites fijados en los años 90', favorece la
disgregación política de las capas empobrecidas de la sociedad porteña,
como dejó en claro la victoria del PRO en las barriadas de mayor
densidad popular.

Tampoco Proyecto Sur estaba en situación de hacerse cargo de la
alternativa ausente. Ya en su mismo origen el emprendimiento de Solanas
debió decidir en torno a una opción de hierro: o avanzaba como una
corriente nacional, democrática, antiimperialista, o se estacionaba como
un nuevo bloque de centroizquierda. Solanas y sus amigos eligieron el
segundo de estos caminos, y en ningún momento estuvieron dispuestos a
trazar una línea de ruptura, a establecer una diferenciación radical,
que obrase como punto de partida de una construcción contra-hegemónica,
socialmente asentada sobre la alianza de la pequeña burguesía
democrática con los trabajadores. Por cierto, esta no es una tarea para
partidos que por derecha o por izquierda, reproducen con sus prácticas,
sus políticas y sus ideas el orden social existente, sino para un nuevo
realineamiento de masas que bajo banderas nacionales, antiimperialistas y
socialistas lleve adelante un programa de transformaciones
revolucionarias.

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