viernes, 26 de agosto de 2011

Graciela Alfano y Massera



El caso Alfano y el rol de civiles en dictadura

Secretos revelados

Por Franco Mizrahi

El romance de la vedette con el almirante Massera se apropió del prime time televisivo. El show mediático que puede terminar con la impunidad de los cómplices del terrorismo de Estado. Mirá la galería de fotos.

Amantes. Testigos de la época aseguran que Massera y Alfano tenían algo más que un affaire.

El martes 23 de agosto, flanqueada por Aníbal Pachano, de galera y traje brillante, y la blonda Reina Reech –dos de los miembros del jurado que comparten en Bailando por un sueño el certamen televisivo con más rating de la Argentina–, la otrora modelo Graciela Alfano tomó el micrófono y supo que esa noche no sería igual a las demás. No había, en su destino, un veredicto clave para el certamen. Tampoco un cruce con alguna participante o un intercambio con su jefe, Marcelo Tinelli. Alfano enfrentaba la pantalla con otro peso sobre sus hombros: horas antes, su figura había sido vinculada de modo directo –y sin ficción de por medio– con la participación civil en la última dictadura militar.

Ocho años atrás había comenzado a instalarse en los tribunales nacionales una verdad ciega: que la última y más sangrienta dictadura que vivió la Argentina no había sido únicamente producto del brazo armado del Estado. Detrás del telón verde oliva se escondían un sinfín de actores civiles con diferentes grados de vinculación con el terrorismo de Estado. La lista abarcaba desde jueces y empresarios hasta periodistas, directores de cine y miembros de la farándula de la época. Y de ahora. Una huella cultural dibujada con betún que, más de treinta años después, comenzó a desnudarse en la sociedad.

Así, por ejemplo, quedó de manifiesto en el juicio por el Plan Sistemático de Robo de Bebés ejecutado entre 1976 y 1983: la connivencia de jueces y fiscales con los militares había facilitado el blanqueo de estas maniobras siniestras. Lo mismo sucedió con la difusión de los agentes civiles de las Fuerzas Armadas durante el Proceso. Y también quedó revelado en el caso de Papel Prensa, que evidenció el pacto ensangrentado entre las tres armas y los tres diarios más importantes del país. Sin embargo, ninguno de estos casos había logrado la repercusión que tuvo la difusión de la relación amorosa entre "la Alfano" y el entonces almirante y genocida Emilio Eduardo Massera. El prime time no perdona. Ni para bien, ni para mal. Y Alfano lo comprendió en toda su magnitud: por primera vez, un tema tabú como la participación civil en los años de plomo se había colado en la mesa de los argentinos, por un lapsus mediático y con Tinelli como buen servidor (N. del R.: al cierre de esta edición, la continuidad de la ex vedette como jurado de Showmatch estaba en duda).

Desde los programas de chimentos hasta los noticieros centrales se hicieron eco del escándalo. La condena a la actriz, fuera del ámbito del espectáculo, tuvo su origen en una de sus frívolas declaraciones sobre aquellos tiempos. Al ser consultada por su amorío con Massera, en un programa de entretenimientos, la actriz banalizó la desaparición de 30 mil personas: "Cuando cumplí 21 años –aseguró– me metí en la cama con quien quise, hice lo que quise y no me hago cargo de lo que hace una persona, porque vos si salís con un señor rico no salís con el dinero, si te acostás con un señor joven no salís con la edad del señor, si te acostás con un genocida no salís con 30 mil desaparecidos ni te busca la Corte de La Haya". Una humillación lisa y llana a las víctimas de quien fuera su amante, como si se tratara de un juego mediático inocente. ¿Inocente?

Algo es seguro: las sábanas forman parte de la intimidad. Y poco importa con quién mantuvo relaciones sexuales –y con quién no– Graciela Alfano. Pero sus declaraciones fueron, como mínimo, banales e hirientes, sobre todo en el marco de un proceso que aún busca remediar, a través de la Justicia, los daños del pasado. Un destino que, en poco menos de dos meses, encontrará el veredicto de la primera parte de la causa ESMA.

Alfano, en cambio, seguramente considere que está para otras cosas. Aunque advertida de su grosero error, intentó (tarde) remediarlo: "Si hice alguna declaración desafortunada con respecto a los desaparecidos –se excusó–, pido disculpas. La comparación estuvo fuera de lugar". Pero la piedra ya había sido lanzada.

Para quienes desconocen sobre el mundo de la farándula, vale una advertencia. Las declaraciones de Alfano sobre su relación con Massera se enmarcaron en una disputa que mantiene con el periodista de espectáculos Jorge Rial. En medio de esa batalla mediática, que derivó en la utilización de los desaparecidos y lo sucedido durante la última dictadura, el conductor se contactó con una mujer de nombre Gabriela y supuesta hijastra de Rafael Blasi, uno de los custodios del Almirante Cero, como se lo conocía al mandamás de la Armada. De acuerdo con el audio que se difundió en el programa radial Ciudad Goti K, Gabriela afirmó el pasado 23 de agosto: "Yo escuchaba a Blasi cuando contaba que, por pedido de Massera, pasaba a buscar a Graciela por su casa y juntos se encontraban para salir de compras. Recuerdo que compraban joyas de Cartier, aunque también hubo propiedades y varias transacciones. La llamaba 'Gracielita' y dentro de su núcleo familiar había que cubrirlo. Fue casi una relación paralela a su matrimonio, porque no fue una mujer más. Recuerdo que a su regreso de un viaje a México que Massera hizo con su esposa, le había traído varias monedas de oro macizo".

El testimonio radial sirvió para que, el pasado 24, el fiscal federal Luis Comparatore realizara una denuncia solicitando que se investigue a la actriz para determinar si había recibido bienes pertenecientes a los desaparecidos. La presentación recayó en el juzgado del magistrado Claudio Bonadío que, de corroborar esa situación, podría acusar a Alfano por crímenes de lesa humanidad. "A mis bienes los pueden investigar de arriba a abajo, las puertas están abiertas para eso. Yo tengo tranquilidad. Además, ¿por qué no investigaron el tema en todos estos años?", se defendió la vedette ante los medios.

Ese mismo 24, pero por la tarde, las pantallas volvieron a mostrar otro capítulo de la pelea Rial versus Alfano. Y extendieron las fronteras del escándalo que la vincula con la dictadura militar. El conductor del canal América había invitado a su programa a Noemí Elsa Ayala, hija del bailarín folklórico "El Chúcaro" Santiago Ayala y quien en la dictadura militar había sufrido el secuestro de su marido. Ayala relató: "Buscaba a mi marido y fui a ver a Massera con la compañía de mi suegra, un soldado me abrió la puerta. Massera estaba sentado, totalmente estirado, y ella (refiriéndose a Alfano) al lado, con una pollera floreada y una blusa, el pelo suelto y sin maquillaje. La reconocí fácil por las películas. Era famosa. Nos sentamos frente a él y le conté mi historia. Massera puso una 9 milímetros arriba del escritorio y me dio unas direcciones para que vaya a averiguar. Ella en un momento lo interrumpió y me dijo: 'Bueno, basta, el almirante está muy ocupado, tiene muchas cosas que hacer para ocuparse de esto'. Yo le expliqué que se trataba de la vida de mi marido pero Alfano me respondió: 'No sos la única'".

Las relaciones carnales entre Alfano y Massera no son novedad. En aquellos años tormentosos ya se comentaba que el jefe de la ESMA viajaba todos los viernes en un avión Lear Jet, que salía de Aeroparque con destino a Río de Janeiro, acompañado de la bella modelo. Según trascendidos de la época, "Barba Azul" –como también se lo apodaba– tenía un departamento en tierras cariocas.

De hecho, la relación amorosa entre la modelo y el genocida quedó en letra de molde en la biografía de Massera, Almirante Cero, escrita por Claudio Uriarte y publicada en 1992. En aquel libro se lee: "Uno de los affaires más renombrados del almirante, que fue la envidia de la mitad de la población masculina de Buenos Aires y un fermento de admiración rencorosa para muchos, fue la modelo publicitaria y actriz televisiva Graciela Alfano, una muchacha alta y bien proporcionada, de facciones bellas, piel blanca y cabellos rubios (…). La difusión de estas relaciones, que en cierto modo Massera necesitaba dejar trascender para cimentar su fama de 'macho' y porque eran en gran medida relaciones para ser mostradas... inquietaban a su esposa". Entonces la Argentina vivía en plena década menemista y estas revelaciones se pasaban por alto. No era causalidad que el menemato tuviera aceitados vínculos con el masserismo: la mano derecha del almirante, Carlos Aurelio "Zazá" Martínez, era funcionario en los noventa.

Tuvieron que pasar más de tres décadas para que el tema inundara la opinión pública. Una situación que, paradójicamente, provino de la trivialidad mediática del conflicto. Menos de un año atrás, se difundía el siguiente cable desclasificado de la DINA, la agencia de inteligencia de Pinochet, escrito por uno de los informantes que operaban en Buenos Aires: "Sobre más antecedentes de Graciela Alfano, la actual amante de Massera, puedo informar que esta es actriz y modelo. Está con Massera desde hace seis meses. Últimamente se ha sabido de costosos regalos que le fueron hechos (departamento, pieles, joyas, etc.)". Los detalles no habían alcanzado trascendencia masiva, hasta ahora.

Hoy, el maquillaje de impunidad de los cómplices del terrorismo de Estado empieza a descorrerse. Civiles como Alfano o como Héctor Magnetto –imputado en la causa de lesa humanidad que investiga los crímenes cometidos en Papel Prensa– temen que cada vez más se haga carne la condena en su contra. Un destino inevitable. Un proceso que ya tiene y avanza en ese camino. Dos semanas atrás, el fiscal federal Federico Delgado solicitó que el ex ministro de Economía de la dictadura militar, el civil José Martínez de Hoz, sea condenado a diez años de prisión por el secuestro de los empresarios Federico y Miguel Gutheim, padre e hijo respectivamente. En esa causa también está acusado el ex ministro del Interior Albano Harguindeguy. En junio pasado, la Corte Suprema de Justicia había confirmado la prisión preventiva para Martínez de Hoz por delitos de lesa humanidad. Federico Gutheim, dueño de la empresa Sadeco (dedicada a la exportación de fibra de algodón), y su hijo Miguel habían sido secuestrados en noviembre del 1976 con el objetivo de obligarlos a realizar operaciones comerciales con una empresa en Hong Kong, favorecida por Martínez de Hoz. Una operación por la que, durante la democracia alfonsinista, el ex ministro había cumplido 77 días de arresto hasta ser beneficiado con el sobreseimiento.

Pero los tiempos cambiaron. Y con Martínez de Hoz contra las cuerdas de la Justicia también se colocan otros. Por caso, el ex fiscal de la Cámara de Casación Juan Martín Romero Victorica –acusado de ser cómplice de los militares en la apropiación de Victoria Montenegro, hija de desaparecidos– y el líder sindical de la UOCRA, Gerardo Martínez, quien figura en la lista de agentes civiles de Inteligencia del Batallón 601 del Ejército, cuyo caso está siendo investigado por la Justicia.

La lista podría continuar. O debe continuar, como se dice entre bambalinas. La impunidad que se cuela en el mundo del espectáculo también entró en su epílogo. Símbolo de los nuevos vientos, el periodista Vicente Muleiro publicó este año el libro 1976. El golpe civil, donde analiza los negocios cívico-militares y otros ámbitos gentiles con la dictadura. Así, respecto del mundo artístico, escribe: "Cualquier investigador o periodista que se acerque a los artistas censurados por esos años se llevará una lista de alcahuetes asombrosa, en la que seguramente figurará alguno de sus ídolos". Entre ellos menciona a la diva de los almuerzos, Mirtha Legrand, a Mariano Grondona, a Julio Márbiz y al director y confeso videlista Fernando Siro. Las revelaciones del affaire Alfano-Massera son un botón de muestra de la existencia de testigos directos que callaron lo que vieron.

Cantaba María Elena Walsh: "En el país de Nomeacuerdo, doy tres pasitos y me pierdo". Muchos podrán pensar que eso siempre se aplica. Por suerte, para unos y otros, la consigna de memoria, verdad y justicia no está perdida.

Informe: Bruno Lazzaro
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Opinión

Psicópata sin culpa

Por Olga Wornat
Escritora y periodista

En el año 1995 entrevisté a Emilio Massera para la revista Gente. Pero luego de que Noticias publicara una tapa en la que aparecía Alfredo Astiz, Massera decidió prohibir la conversación. Habían sido tres meses muy difíciles de charla: hacía 18 años que no hablaba. Nos encontrábamos una vez por semana, en su oficina de la avenida Corrientes. Era una persona completamente desagradable, un misógino que no hacía más que hablar mal de las mujeres. Sostenía que estaba con quienes él quería y que todas querían estar con él. Así fue que me habló muy mal de la periodista Miriam Lewin. Tenía mucho resentimiento y a veces se le iba la cabeza. Cuando llamaba su esposa, Lili, me miraba con cara de sufrido y me decía que lo tenía podrido.

En ese contexto, me contó que había estado con Graciela Alfano, la misma que después estuvo con el presidente Carlos Menem. Sostuvo que Alfano era muy ambiciosa y le pedía cosas. La tildaba de "gato", pero no había sido la única. Adriana Brodsky y Noemí Alan tenían programas de televisión y también salían con otros popes de la época. Cada uno puede hacer lo que quiere en su intimidad. No juzgo a esas mujeres. Pero estas chicas representaban a cierto sector social que veía al poder de esa manera. Massera también me contó de su relación con Marta Lynch. Y aunque se refería a ella como "un gato" que lo tenía podrido y afirmaba que estaba loca, aseguraba que los marinos eran caballeros. Ese hombre era un psicópata con cero culpa, que hasta se burlaba de Mirtha Legrand y le profería barbaridades. Recuerdo que, en aquel momento, no incluí aquello en esa nota porque había decidido no transmitir esas vulgaridades. Pero lo que salió a decir Alfano ahora es una locura.

(Testimonio recogido telefónicamente)

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